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21 de mayo de 2025
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¿Blanco por pureza? No exactamente

Historia del traje de novia: evolución, colores y curiosidades

Cuando pensamos en una novia vestida de blanco, con falda larga y encaje, estamos evocando una imagen que hoy nos parece casi universal. Pero, ¿sabías que esto no siempre fue así? La historia del traje de novia ha estado marcada por cambios culturales, moda, símbolos y, por supuesto, alguna excentricidad digna de una comedia romántica antigua.

Orígenes y tradiciones antiguas del vestido nupcial

Desde la Antigüedad hasta la Edad Media, el traje de novia no era algo preparado especialmente para la boda, sino simplemente el mejor atuendo disponible. En culturas como la romana, se preferían túnicas rojas o amarillas, relacionadas con la fertilidad y la buena suerte; mientras que en otras civilizaciones el color del vestido podía reflejar el estatus social o las creencias religiosas

La reina Victoria y el blanco como tendencia 

(la influencer del momento)

El momento decisivo llega el 10 de febrero de 1840, con la boda de la reina Victoria con el príncipe Alberto. Ella eligió un vestido blanco de satén y encaje Honiton —un material hecho en Inglaterra— como gesto de patriotismo y fomento de la industria local (barriendo para casa, como suele decirse). Antes de eso, había precedentes aislados (por ejemplo, blancas ceremoniales en la realeza), pero no era una práctica generalizada.

Su elección fue ampliamente cubierta por los medios de la época e inspiró, rápidamente, a novias de la aristocracia y la clase media (el clásico si culo veo… culo quiero). Además, revistas como Godey’s Lady’s Book proclamaron el blanco como el color más adecuado para las novias, asociándolo con la pureza e inocencia.

Aunque hoy consideremos el blanco como símbolo de virginidad, Victoria lo usó por razones prácticas y comerciales, y no precisamente por idealismos morales.

Siglos XX y XXI: de lo clásico a lo excéntrico

Vestidos de novia de los años 20 a los 30

En los años 20, los vestidos se adaptaron al estilo flapper: más rectos, sin corsé, y con detalles decorativos como flecos o pedrería.
Durante los 30 y 40, volvieron las siluetas más clásicas y mangas largas, mientras la Segunda Guerra Mundial impulsó soluciones creativas: ¡novias que vestían trajes confeccionados con telas de paracaídas! (aunque esto se menciona más en relatos comunes que en fuentes académicas, forma parte del imaginario popular de la época).

En los 50, el famoso New Look de Dior resucitó faldas voluminosas y cinturas marcadas. El vestido de boda de Grace Kelly (1956) sigue siendo un icono.

Vestidos de novia de los años 60 a los 90

En los 60, emergió la tendencia de vestidos cortos, ideales para el twist; Audrey Hepburn fue una pionera con un estilo chic y moderno.
Los 70 trajeron una vibra bohemia: gasas, bordados hippies, flores… perfectos para bodas en la playa (o al menos eso soñaban las novias).
Los 80 fueron la era del exceso: mangas gigantes, colas kilométricas (como la de Lady Di en 1981, con una cola de unos 7 metros).
Y ya en los 90, la tendencia se inclinó al minimalismo, inspirada en novias como Carolyn Bessette-Kennedy: vestidos depurados, satinados y elegantes.

Siglo XXI: libertad total en el vestuario nupcial

Tendencias en siluetas y estilos del vestido de novia

Los vestidos sirena —ajustados hasta la rodilla y con una falda que se abre en forma de cola— se consolidaron en los 2000 y 2010 como una opción muy popular para resaltar la figura. Al mismo tiempo, los escotes de impacto (palabra de honor, ilusión o espaldas totalmente descubiertas) ofrecieron una alternativa más sensual frente a los diseños clásicos.

Las transparencias con encajes y tul se convirtieron en protagonistas, gracias a diseñadores como Vera Wang o Elie Saab, que elevaron el vestido de novia a pieza de alta costura. El velo, que en el siglo XX era casi obligatorio, pasó a ser opcional e, incluso, muchas novias lo sustituyen por coronas de flores o accesorios brillantes.

Colores más allá del blanco

Aunque el blanco sigue siendo el color predominante en Occidente, cada vez más novias se atreven con tonos champán, marfil, rosa empolvado, azul cielo o incluso negro, un color impensable hace unas décadas para una boda. Celebridades como Sarah Jessica Parker (que en 1997 se casó con un vestido negro de Morgane Le Fay) abrieron camino a opciones menos tradicionales.

Vestidos no convencionales

El pantalón de novia o los monos de seda son cada vez más aceptados, sobre todo en bodas civiles o en ceremonias urbanas. Firmas como Rosa Clará, Pronovias o Carolina Herrera han incluido en sus colecciones trajes de chaqueta y monos blancos, mostrando que lo importante es la comodidad y la autenticidad de la novia.

Sostenibilidad y reutilización

En el siglo XXI, además, ha cobrado protagonismo la conciencia ecológica. Muchas novias buscan vestidos fabricados con materiales reciclados, tejidos orgánicos o producidos de forma artesanal y responsable.
Otras optan por vestidos modulares, con faldas desmontables o diseños que pueden transformarse para ser reutilizados en otras ocasiones, evitando así que el traje quede guardado para siempre en un armario (y colgado en Wallapop).

También se ha popularizado la tendencia del “algo prestado” en su versión moderna: heredar o alquilar vestidos, lo que conecta la tradición con una práctica más sostenible.

Bodas en redes sociales

No podemos olvidar el factor digital: hoy, muchas elecciones se hacen pensando en la fotografía para Instagram (increíble, pero cierto). La espectacularidad, la innovación y el detalle en los acabados se han convertido en parte fundamental ya que el vestido no solo brilla en el altar, sino también en las redes sociales.

El futuro del traje de novia

¿Qué nos deparará el futuro? Pues… esto tiene pinta (y lo digo sin ser pitonisa) de que la tendencia es hacia la personalización total. Los vestidos ya no responden solo a modas: buscan reflejar la personalidad, sentido del humor y estilo de vida de cada novia. Mono de seda, vestido corto, lentejuelas, color… todo vale. Por fin, ¡la prioridad es sentirse cómoda, auténtica y feliz!

La verdad es que, de aquí en adelante, dará igual si llevas zapatillas de deporte (nunca se sabe cuándo toca salir pitando...) bajo ese vestido de ensueño: lo que nunca fallará es la abuela preguntando con resignación: "Estás preciosa, ¿pero no pasarás frío?".

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